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"El lugar olía a billetes de diez mil pesetas, a Versace, a diamantes, a combustible..."

"Supongo y espero que fuera listo y guardara parte de su parné , como decía mi madre, que en paz descanse, en Panamá, Mónaco, Bahamas u otros frigoríficos."

 


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Pobre Javier | per Francisco Rovira
Nacimos el mismo día, con dos horas de diferencia. Los dos éramos listos, bueno él un poco más que yo. Ambos estudiábamos el bachillerato en los jesuitas de Sarrià, en Barcelona. Por aquel entonces mis padres se beneficiaron de la generosidad de mi tía Pepa Rovira casada con Pere Comalada, un adinerado industrial textil barcelonés. No tenían hijos y se ofrecieron a acogerme durante tres años. La verdad es que era una gozada ya que al llegar del colegio me esperaba una cena servida en guantes. Su cocinera, la Puri, una exuberante extremeña cuarentona, era, seguramente, la mejor cocinera de España.

Me gradué y me marché a Francia a vivir con otros parientes, según mi padre había de dominar el francés y allí las universidades tenían pedigree. Irme me dolió en el alma, dejaba amores, chicas vírgenes con ganas de sexo, la casona de Sarrià, mi querido Cadaqués.
A Javier y a mi nos unía esta loca pasión por el pueblo de Dalí. Por aquel entonces, aunque su familia era bastante pudiente, su economía de estudiante solo le permitía algún café diario en el Casinet.

Pasaron los años y supe de él por un amigo en común. Javi se había convertido en un yuppie, vivía entre oriente y occidente. Corrían los 90. Era julio y estábamos pasando unos días en Bañolas con mi mujer. Una tarde decidimos ir de excursión a Cadaqués. Clementine, mi fiel esposa, se mareó con las inolvidables curvas de la mítica y aún salvaje carretera. Afortunadamente, a pesar de los cambios urbanísticos, el pueblo mantenía su autenticidad. Las callejuelas y el passeig habían desafiado al tiempo.

Nos sentamos en el Casinet y vi a un cuarentón decidido viniendo directamente a nuestra mesa, y con un acento catalán de lo mas pijo me saludó. Era Pepín Viladaura-Folch, después de Javi, mi mejor amigo en los jesuitas, pero no tan listo. Vestido con unas bermudas a lo regatista, polo de marca y con un peinado que parecía que antes alguien le hubiera lamido la cabeza. Y los dos nos preguntamos:
-¿qué haces aquí? ¿ qué es de tu vida ? Me comentó que estaba pasando unos días con su mujer en casa de Javier y su familia. En cinco minutos, no más, apareció mi antiguo amigo del alma: Javi. Y llegó rodeado de hombres con walkie-talkies, seguramente comprados en la mejor tienda de Andorra. Se alegró de verme y nos invitó a pasar la jornada con ellos, navegando, noblesse obligue.

Para describir su barquito no hay suficientes superlativos en este planeta. Aunque la comida no estuvo muy de acuerdo con el lujo por metro cuadrado. Javiercito pesaba 120 kilos y su dietista de la Tecknon lo había puesto a dieta, y todos comimos mucho verde y poco mas. El lugar olía a billetes de diez mil pesetas, a Versace, a diamantes, a combustible... Tanto Pepín como Javi hablaban en otro idioma. Mi mujer charlaba con las respectivas esposas, las cuales se consideraban grandes conocedoras de la cultura francesa solamente por el mero hecho de ir dos veces al año a renovar su armario en la calle Saint Honoré de París.

Mis amigos captaron mi momentáneo aislamiento. Alguien de la tripulación, siguiendo las órdenes de Javi, puso música para acompañar el momento cohibas e intentar animarme. Noté que aún quedaba un poco de aquel amiguísimo. Sonó Julito Iglesias, el auténtico, el del álbum Yo. Tenía ganas de tierra firme, mentí y dije que me encontraba mal. Les regalé un abrazo y regresábamos al pueblo en una potente zodiac. Volvíamos a la realidad, nuestra realidad. Pero seré sincero, en algún momento llegué a envidiarle y pensé en la tranquilidad de ser rico para siempre. Pero todo es efímero.

Un dia de febrero en un café de Perpignan leí el nombre y apellido de Javi en un titular de Le Monde diplomatique. Mi amigo era tachado de gran estafador, me gustó lo de "gran", pensé en Alejandro Magno, hablando en plata Javier estaba en chirona por estafa. Y pensé en voz alta: - pobre. A lo mejor sería solamente un in-pass muy corto pues sus asiduos invitados a bordo de su yacht eran quienes movían las fichas del gastado ajedrez llamado España. Pero Javiercito se quedó más solo que la una. Supongo y espero que fuera listo y guardara parte de su parné, como decía mi madre, que en paz descanse, en Panamá, Monaco, Bahamas u otros frigoríficos. Aún y la momentánea tristeza el olvido me separó de él.

Ayer estuve en Barcelona por un asunto familiar y en un bar de la zona de Francesc Macià me encontré con Pepín, y en una mezcla de curiosidad y, porque no decirlo, morbo, pregunté por Javier este me respondió que aún estaba en prisión. Su mujer, la muy pija, tuvo que utilizar su siliconada boca para decir la suya: - pero tampoco está tan mal, cuenta con un régimen bastante abierto. Cisco, estuvimos este agosto tomando un aperitivo juntos en el Casinet. El pobre Pepín bajó la cabeza, aún tenía vergüenza... Y pensé que a lo mejor es injusto que Javi esté entre rejas, de echo no ha matado a nadie...Javi...¿mártir o verdugo? Y no hay dia en Cadaqués sin pensar en él.
Esté donde esté...pobre Javier, !Puta España!

Última hora:

Hoy antes de mandarle mi texto a banyoles.info he leído en la edición digital de El País que Javiercito juntamente con otros colegas están en capilla del dia del juicio "final", después de estar en la salita de espera un poquito más de una década. En Francia los he visto más rápidos. Desde aquí: Que te vaya bonito, amigo.

Perpignan, una mañana de diciembre del 2007